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Neofobia o el miedo a probar nuevos alimentos

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Cuántas veces hemos oído sobre todo a los padres, estos hijos no quieren probar nuevos alimentos, pues sí, esto es una fobia, y se llama neofobia. Es más común en niños y adolescentes, pero en algunos casos también se da en adultos.

Se muestra como una animadversión a los alimentos nuevos, que desde muy pequeños siempre han rechazado y se han opuesto de manera firme. Este comportamiento suele suponer que la dieta de aquellos que padecen neofobia sea muy pobre y poco equilibrada. El porcentaje de niños que se opone a probar nuevos alimentos puede suponer alrededor del 30 por ciento, convirtiendo esta fobia en un trastorno alimentario común.
Habitualmente a partir de los siete años esta fobia va remitiendo poco a poco.

Son varias las hipótesis que intentan conocer la raíz del comportamiento asociado a la neofobia. Por un lado puede venir motivado por factores genéticos ya que los niños que padecen esta fobia, en un gran porcentaje alguno de los progenitores también la padeció en su infancia.

Otra de las hipótesis que se baraja es la monotonía en los alimentos que comen los niños de manera habitual, sin grandes cambios ni en los platos ni en la forma de ser cocinados y presentados, acostumbrando el paladar con los mismos sabores a los niños. Nunca hay que olvidar que los niños son los grandes imitadores de los padres, y si estos deciden rechazar ciertos alimentos es quizás por que alguno de los padres o hermanos de mayor edad rechazan esos alimentos que el niño rechazará.

¿Cómo evitar la neofobia?

Hay formas y trucos que se pueden utilizar para tratar la neofobia.
Para poder llegar a introducir nuevos alimentos en la dieta de nuestros hijos, lo más importante es hacerlo con naturalidad y de forma continuada, que no sea algo puntual, ya que el niño entenderá que los alimentos son variados y hay muchos alimentos diferentes tanto en textura, color o en sabor.

Cuando hay alimentos que hemos visto que el niño ha rechazado, intentaremos dejarlo a la vista del niño, para que él poco a poco vaya normalizando su presencia.

Si hacemos que el niño sea partícipe en la compra de aquellos alimentos que no le gusta o que ha mostrado en alguna ocasión rechazo y que nos ayude a servirlo en la mesa, le ayudará a verlo de una forma más natural y amable.

Los niños se tienen que acostumbrar a comer más alimentos que los que les gustan, de modo que para hacer que coman aquellos alimentos que han rechazado se lo podemos poner de primer plato, ya que es cuando más hambre tienen y de segundo plato algo que le guste, pero no por ello dejaremos que no coma el primero y pase directamente al segundo plato.

Ser original en la cocina, presentar los platos con más gracia, colores y formas lo harán más apetecible y evitaremos rechazos.

Nunca hay que tratar de recompensar al niño por comer algo que no le gusta y rechaza de forma sistemática con un postre o su comida favorita, ya que conseguiremos el efecto contrario, fomentar el rechazo a ese alimento

Mientras vamos introduciendo poco a poco los alimentos que nuestros hijos rechazan tenemos que tener en cuenta que al ser su dieta desequilibrada, pondremos más atención en ofrecerle alimentos que le gusten y que además contengan aquellas proteínas, vitaminas y nutrientes que no están siendo aportados por los alimentos rechazados.

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